EN RECUERDO DE JULIO SAAVEDRA GUTIÉRREZ

El 29 de marzo de 2020 falleció en Cáceres Julio Saavedra Gutiérrez, miembro de la junta directiva de la Asociación «Marcos Durán» e impulsor de la declaración del órgano renacentista como Bien de Interés Cultural. Murió precisamente veinte días más tarde de que la protección del órgano se hubiera alcanzado mediante la publicación en el Boletín Oficial del Estado. Nuestro amigo Julio Saavedra murió con la satisfacción de ver cumplido uno de sus sueños más queridos. Al día siguiente de su fallecimiento, el diario HOY, del que era colaborador habitual, publicó esta referencia biográfica:

En recuerdo de Julio Saavedra Gutiérrez: «Lo peor va llegando… y lo peor es la noticia de que alguien de los nuestros ha caído en el combate. Yo no sé, cuando escribo estas líneas, si Julio Saavedra ha sido o no víctima del coronavirus. Lo cierto es que Julio Saavedra, el próximo sábado, ya no acudirá a su cita con los lectores del periódico. Y, sin embargo,  en el ejemplar de ayer mismo, nos dejó algo así como su legado humano y emocional. El destino le jugó y nos jugó a todos nosotros esa trastada de haberlo titulado «desde mi cajón», ahora que la muerte se nos ha hecho presente en cada esquina de nuestra agenda. 

Julio Saavedra, garrovillano de las tierras de Alconétar, mi amigo y paisano, era un hombre de convicciones firmes, experto en trabar relación sin distinción de ideas ni de protocolos. Algunos de mis amigos fueron obsequio de Julio Saavedra. Quiero decir que tenía una habilidad extraordinaria para hacerte partícipe de su mundo de relaciones y de amistades. Le hemos perdido, pero nos ha dejado un rico patrimonio de amistades. No creo que haya nada que represente con mayor justeza la generosidad que la persona que te traspasa el mejor tesoro que tenemos los hombres: la amistad.

«Pero seguro que todo hemos adquirido en estos días algo novedoso que antes nos pasaba desapercibido, e incluso que no estaba en nuestras rutinas… Desde mi cajón digo: tendremos que valorar lo que hemos aprendido, unas cosas para no volver a repetirlas y otras, a lo mejor, para ponerlas en valor». Son palabras de Julio Saavedra, escritas ayer mismo en estas mismas páginas. Parecen una premonición de lo que hora más tardes iba a suceder y sucedió.

Desde Badajoz, desde Cáceres, desde Plasencia y desde Mérida, desde Garrovillas de Alconétar, hablaremos mucho de Julio Saavedra. Hablaremos de su vinculación a la política, a la vida sindical e institucional extremeña, de sus aficiones literarias y periodísticas, de su contribución a la investigación y divulgación del folklore regional, del cante flamenco, a la etnografía popular, de su culto a la amistad. Me consta que entre sus últimas ilusiones estaba la protección y promoción del órgano renacentista de Garrovillas de Alconétar. En homenaje a Julio Saavedra, en cuanto termine de emborronar estas líneas, voy a poner en el reproductor música interpretada en el órgano de su pueblo».

José Julián Barriga Bravo.

 

HECHO A SÍ MISMO

… Y Julio, también fue nuestro Fernando Pessoa particular, nuestro hombre tranquilo y sensato…

Lo que más me gusta de Julio, es que supo entender la vida, y no creáis que es fácil: Gestionar nuestra existencia en el corto espacio de tiempo que en realidad tenemos, se convierte a la postre, en la principal tarea si queremos navegar tranquilos, libres y sin sobresaltos por la corriente que marca el rumbo de nuestra vida . Son muchos los caminos, los puentes, los faros que nos señalan el norte, la dirección correcta, sin embargo, no pocas veces nos sentimos totalmente desorientados, cuando no, completamente perdidos.

Y a eso voy, yo creo que Julio iba siempre con una inagotable antorcha en la mano, nunca perdió el rumbo hacia el objetivo principal: Saber vivir.

Y vivió, vivió a tope, con intensidad, sin desgana, apostando todo lo que tenía; ya fuera en lo personal, en lo familiar, en lo social, en lo profesional, o en los momentos de asueto (palabra muy suya) y ocio. Eso es lo que a mi me transmitía cuando lo leía o cuando hablaba con él.

Como Aristóteles, fue un hombre que se hizo a sí mismo, no necesitaba viento que lo empujara, él generaba su propio impulso.

Me imagino que siendo niño y, según el mismo nos contaba, tuvo que aprender a construir los sueños y a gestionar su propia ingenuidad…. Esto, debió de sentar cátedra para navegar sin naufragar en las aguas calmas o revoltosas que el futuro le deparó.

Para mí, que Julio lo tenía claro, sabía muy bien cómo leer la partitura que le tocó interpretar. Profundizó en sí mismo y al mismo tiempo se involucró en cantidad de proyectos para crecimiento personal y, también para arrimar el hombro en las cosas de su pueblo y de su gente: El convento, el folclore, la cultura, el órgano y tantas otras, fueron parte de sus aficiones, y en cada uno, depositó su grano de arena.

Fue hombre de criterio, de opinión formada, sabía defender su punto de vista, sin aspavientos, de forma serena, con tesón si fuera necesario; pero de forma inteligente, aceptando con humor y elegancia la derrota, si la otra parte demostraba puntualmente mayor consistencia.

Esa es la mejor representación que podemos hacer para defender nuestro personaje, él lo tenia bien aprendido, al final, es la persona lo que importa…, eso le permitió aceptar y codearse sin mascarilla con cualquier persona y en representación de cualquier postulado.

Una parte, solo una parte de Julio nos dejó; la que transpiraba… Todo lo demás sigue con nosotros, nos acompaña cada vez que pensamos en él, nos alumbra cada vez que dudamos, pero sobre todo, nos inspira cuando abrimos las ventanas para que entre el aire fresco de los pensamientos renovados.

Juan Ramón de la Rosa Rodríguez. Abril 2020.

 

TRES COPAS CON NOMBRE PROPIOS

Anselmo tiene una casa de campo donde solemos reunirnos, en “petit comité”, para pasar con nuestras mujeres  un tiempo de relajación. La última vez fue el domingo 23 de febrero de 2020, y como en otras ocasiones, utilizamos las copas que se nos tiene asignadas a cada uno de nosotros, porque la hija del dueño tuvo a bien grabarlas con los nombres de su padre y los nuestros. En “La Guesa”,  como nos gusta de llamar a la parcela, nos  juntábamos con frecuencia  y, con esas copas, degustábamos el vino que traía el entendido de los caldos, que al servirlo siempre decía “mu ricu”. Anselmo lo bebía y yo, intentaba degustarlo y terminaba dándole la razón, “mu ricu”. Pero no era el vino, no; ni tampoco las viandas preparadas con todo el cariño por nuestras mujeres, o la carne en la barbacoa, que sí;  era otra cosa. Era algo que rompía  lo cotidiano, como si huyéramos de una hipócrita sociedad  a la que estamos obligado a soportar; pero  allí, allí éramos simplemente tres amigos; tres amigos y una razón: estar juntos. Pasábamos el tiempo hablando de todo y de nada, no había un patrón que seguir ni nada, ni nadie que se atreviera a imponerlo. Todo lo hacíamos con total sencillez, y mientras disfrutábamos del día, seguíamos hablando.

Anselmo, se pasa en cantidad en alimentar a la chimenea, gasta leña en exceso; lo prefiere a que pasemos frio. En una reciente tarde de invierno,  no es que hiciera mucho frio, pero era igual, Anselmo siempre la atiza en demasía. Después de comer observé la chimenea y como, por descuido de su administrador, estaba baja de leños me senté al lado del fuego. Julio no tardo en sentarse a mi lado, a mi derecha. La conversación no fluía, le miré a la cara y su rostro era un poema, tiritaba de frio. Ví como le temblaba todo su cuerpo. Su Angel de la Guarda, su Esposa, Manoli, le dio una pastilla y allí acabaron los temblores. He de confesar que me preocupó. Nunca antes, le había visto así.

En esta última visita a la “Guesa”, cuando llegó la hora de marcharnos, en presencia de Anselmo,  despedí a Julio con un fuerte abrazo y un “Cuídate”. No le volví a ver más. Solo algún correo electrónico mantuvimos, pues teníamos programado reunirnos con la Asociación Domingo Marcos Durán,  el día 15 de marzo, para ultimar los preparativos que teníamos previsto, con motivo de la declaración de Bien de Interés Cultural del órgano renacentista de Santa María, pero el coronavirus, no permitió que nos volviéramos a ver. El domingo 29 de marzo nos dejó para siempre, después de una larga enfermedad, que solo los más cercanos sabemos cuánto luchó por estar entre nosotros. Aquel fatídico día, tuvo que ser su hijo quien me hiciera volver a la realidad de la vida cuando me decía: sabes, que nos han regalado mucho tiempo y de ese tiempo extra, vosotros, habéis disfrutado de él.

Le dí un abrazo y un consejo. El abrazo lo recoge una instantánea, que me fue enviada al poco del deceso;  la imagen, parece que lleva implícito un “hasta siempre”, por lo que, agradezco mucho a quien la hizo. El consejo no debí darlo a tan aguerrido soldado, en cualquier caso, era un profundo deseo para que siguiera conquistando batallas, aunque sabíamos que no ganaría la guerra.

Ahora, querido amigo Anselmo,  una de las copas está quebrada, que no rota; las otras dos, han quedado huérfanas.

Te echaremos de menos Julio, en la Guesa y en cualquier otro sitio.

Descansa en Paz.

Salvador Valle Julián. Garrovillas de Alconétar, 1 de abril de 2020